La sangre brotó con mayor rapidez de la que esperaba; perlas encarnadas que se deslizaban parsimoniosamente por su muñeca, adornada con finos cortes; unos ya en proceso de cicatrización; otros aún sangrantes. El dolor no tardó en acompañar las gotas de sangre, que brillaban a la luz de los rayos de luna que se filtraban a través de la pequeña ventana. Ese dolor, en ocasiones, agudo, leve en otras. Ese dolor que calmaba su alma, ahuyentaba los pensamientos indeseados, que abundaban mucho últimamente. Ese pequeño, soportable sufrimiento, era lo único que libraba a su ser del verdadero dolor que sentía día y noche, a cada hora, a cada minuto, a cada segundo de su existencia. Era un imperceptible precio para su liberación. Sólo pedía eso: un rasguño en la muñeca, una línea rojiza entre las venas más marcadas del brazo.
Justificaría aquello con alguna de sus creíbles y sencillas mentiras. No supondría ningún obstáculo. Probablemente ni siquiera tendría que dar explicaciones; apenas reparaban en sus problemas. Estaba pensando seriamente en comprarse una cuchilla con la hoja más afilada, ya que la que utilizaba perdía, poco a poco, el corte perfecto del principio. Sí, lo haría. Prefería los cortes limpios del principio a los imperfectos del momento. ¿Y si… y si se le iba la mano…? Ya había pensado en ello; un pequeño desliz y… Pero no le aterrorizaba la muerte. No en exceso. Si hacía aquello, significaba que asumía ciertos riesgos, ¿no? Uno de ellos, claro está, que su muñeca desvelara las incisiones. No lo hacía, ni mucho menos, para infligir algún tipo de daño en las personas que lo apreciaban… Pero ¿de qué seres queridos estaba hablando? A alguien de su familia, y para de contar. Hacía tiempo que se había percatado de que no contaba con el apoyo de sus… ¿de sus qué? Ya no sabía cómo llamar a esas personas. No le importaba a nadie. ¡A nadie!
Sonriendo, en una mezcla de tristeza y aceptación, deslizó de nuevo la cuchilla por la misma zona que antes. Esta vez, el rojo de la sangre fue un tono más pálido, ya que se fusionó con una solitaria y amarga lágrima, caída de sus lastimeros ojos.
muy muy bueno
ResponderEliminarenserio