Lobotomía

Par de Lectores, esta entrada es sumamente terrorífica, y me temo que no a nivel fantástico. La historia que os voy a relatar a continuación es real, y tiene nombre: Lobotomía.
Este término implica sucesos ocurridos hasta hace relativamente poco. Pero entremos en materia...

La lobotomía es una espantosa técnica que nació alrededor de los años 30 (1930), de la mano del portugués Egas Moniz, que ideó una manera de acabar con las enfermedades mentales, ya que en aquella época no existían fármacos de ningún tipo para estos enfermos. Pues bien, la lobotomía no era otra cosa que el corte de un tejido cerebral que comunica la corteza prefrontal (zona en la que, supuestamente, se encuentra "la persona", una parte del cerebro que nos permite ser creativos, soñar...), con el resto del cerebro. El cirujano Moniz prometía que, al separar esta parte del cerebro con el resto, los ataques de ira, los síntomas en general del paciente, acabarían. Y esto era cierto, ya que, al encontrarse en esta zona la personalidad, al aislarla por completo, las conductas del enfermo mental terminarían. Pero, ¿cuáles eran los efectos secundarios?
Como es lógico, al cortar "la personalidad", acaba la persona, por lo que al lobotomizar a un paciente, la mayoría de ocasiones se lo dejaba en blanco, como un vegetal. Este es el caso de Rosemary Kennedy, que nació con un leve retraso que se hizo evidente en su adolescencia. Sus padres, pensando en la lobotomía, decidieron someter a su hija a esta operación. Rosemary quedó en este estado vegetativo que os he comentado anteriormente; podía pasarse horas mirando una pared en blanco. No podía comer sola, tenía incontinencia, incapacidades motoras... Aunque también hubo casos en los que este método resultó mínimamente satisfactorio, aunque los menos.
Siendo Egas el inventor de esto, el más famoso cirujano que extendió esta terrible técnica fue Walter Freeman. Pero lo más espeluznante de todo esto era la forma en la que se
efectuaba la lobotomía. Podía ejecutarse de dos formas distintas. La primera:
-Se hacía una pequeña abertura bajo la ceja, antes de llegar al ojo. Se abría bien un agujero, se introducía un pequeño, y perdonad mi falta total de tecnicismos médicos, cincel, que era golpeado con un martillo para abrir un conducto hacia el cerebro. Una vez que el camino se encontraba abierto, se introducía un bisturí, con el que podía rajarse el tejido que unía, como hemos podido ver antes, el córtex prefrontal con el resto del cerebro.
La segunda:
-Directamente, se rompía una parte del cráneo para poder acceder al tejido, que se sesgaba de igual manera que antes.
Estaréis pensando: ¡dios santo, qué horror!!!! Pues bien, aún nos quedan un par de asuntos pavorosos que ver, ya que, según he averiguado, no duele que te corten el cerebro. Así que no les hacía ninguna falta la anestesia, ¿no? Mientras que el cirujano efectuaba la operación, le hablaba al paciente, para ver cómo iba evolucionando el sentido de lo que éste hablaba, y si la operación había concluido o no. Terrible, ¿verdad? Desgraciadamente, la locura del doctor Freeman fue más lejos, y creó un coche siniestro, de pesadilla: con aquel coche, llamado lobotomóvil, iba viajando de población en población, ofreciendo una lobotomización a las gentes. Y es que llegó a tener 75 operaciones al día; la gente hacía cola, esperando que sus familiares obtuvieran una liberación que la lobotomía ofrecía.


Esta es la espeluznante, pero desgraciadamente cierta, historia de la lobotomía, que dejó de hacerse en 1960.